dimecres, 13 de gener del 2016

històries (més o menys) paral·leles

Aquests dies de Nadal i cap d’any he aprofitat per a llegir uns quants llibres de Ryszard Kapuscinsky. Coneixia “El emperador” –el tinc en traducció a l’espanyol- sobre el Negus, que em va sembla magnífic, i tenia ganes de llegir-ne més. A més, són llibres per a llegir amb un atles al costat, i això és un al·licient.

Un dels que he llegit és “El Imperio” sobre l’extinta URSS. Hi he trobat un paràgraf interessant –que potser molta gent ja coneix, però jo no fins ara- i em sembla divertit de transcriure’l. Que cadascú pensi el que vulgui.

“A finales de enero de 1990 viajé a Kíev por enésima vez. Mis interlocutores se mostraban muy excitados, contándome lo que había sucedido. Y todos comentaban lo mismo: que el 21de enero, aniversario de la proclamación de la efímera independencia de Ucrania en 1918, cientos de miles de personas se habían dado la mano para formar una cadena humana de más de 500 kilómetros, entre Kíev, Lvov y Ivano-Frankovsk. Hoy, ante lo que sucedió en agosto de 1991, ante el derrumbamiento de una gran parte del mundo (para mucha gente, del mundo entero) la formación de una cadena humana, aunque midiera 500 kilómetros, puede antojársenos un gesto insignificante, pero para mis interlocutores fue una conmoción, se trataba de un milagro, de una revolución. Por varias razones, a saber: por primera vez se llevó a cabo una gran acción no por orden del Comité Central, sino por iniciativa de una organización joven e independiente, el RUJ. Sí, resultó que el llamado “papel dirigente del partido” era una ficción, que el papel dirigente lo desempeñaban las organizaciones que había creado la propia sociedad y que dicha sociedad sólo quería obedecer a ellas. En segundo lugar, resultó que los ucranianos habían preservado la memoria de su primera independencia, una memoria que los bolcheviques habían intentado borrar durante setenta años. De ahí que la cadena tuviera tanta importancia psicológica: apretó su lazo alrededor de la mayor pesadilla del sovietismo que no era sino la sensación de vivir en una desesperanzada situación  sin perspectivas, sin salida.

A partir de ese momento, la historia acelera su curso en Ucrania. Ya en enero, el Papa Juan Pablo II aprueba la estructura de la Iglesia Católica de Ucrania (las relaciones entre las cuatro comunidades cristianas –la Iglesia Católica de Ucrania, la Iglesia Católica Romana, la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana- son un capítulo aparte en la vida de la Ucrania moderna, un capítulo lleno de tensiones emociones y dolor). En marzo, en la república se celebran elecciones a los consejos de todos los niveles. En tres circunscripciones (la Ucrania occidental) vuelve a ganar la oposición democrática (¡Cómo se hubiera alegrado mi escritor ucraniano favorito, autor de la idea de la Ucrania democrática, Vynnychenko!). Finalmente llega el 16 de junio: el parlamento aprueba la Declaración de Soberanía de la República Socialista Soviética de Ucrania. La Declaración pone de manifiesto la superioridad de las leyes de la república frente a las soviéticas, así como el derecho a un ejército y una moneda propios. A continuación manifiesta que Ucrania será un Estado neutral y desnuclearizado (esto último tiene una gran importancia, debido a los enormes arsenales de armas de destrucción masiva que se encuentran en el territorio de la república). Con toda su importancia psicológica e histórica, la Declaración del 16 de junio, en aquel momento, es más una proclamación de intenciones que un documento constatando el estado real de las cosas.”


Qualsevol semblança amb uns altres episodis històrics pot ser una casualitat. O no. 

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